Ya cuando escribía sobre alfabetización lo hacía en pasado. Y es que desde principio de año me he mudado a Español para extranjeros en el CODIA, me he mudado al pasillo de la izquierda. No son muchos metros más allá pero qué diferentes son las clases. Llevo un grupo de A1 que no son principiantes absolutos, se defienden hablando y algunos tienen estudios superiores, por lo que aprenden más deprisa (Mi coordinador los llama 0.5). Cuando repartieron el grupo de principiantes conmigo vinieron los alumnos más aventajados de aquella clase, es decir, alumnos que habían superado los primeros temas del libro o que hablaban mejor y podían avanzar más rápido que los demás. Comencé con 7 y en dos meses tengo 30 alumnos contabilizados. El caso es que como la asistencia no es nada regular vengo a tener cada día unos 13. Y claro, entre los que dejan de venir y los que me traen nuevos siempre rondamos la quincena.
Llevo diez clases, de dos horas cada una y ya me encuentro centrada. Tenía miedo a no saber controlar el tiempo, a no saber secuenciar... pero todo se aprende con tiempo. Al principio preparaba las clases pero no con total planificación pero en las últimas semanas ya he tenido tiempo de organizar los contenidos e intercalar léxico en la presentación de la gramática, las intervenciones orales de los alumnos... un poquito más de variedad. Un día que tuvimos que dedicar más de una hora a la gramática se notaba en sus caritas que aquello les cansaba mucho.
Pues cuando acabé los exámenes y por fin pude dedicarme más enteramente a preparar las clases me organicé y preparé una unidad didáctica que incluyera todo tipo de contenidos. La unidad era "La ciudad" y en ella incluía léxico de los servicios de la ciudad, los elementos de la calle..., gramática del hay/está para preguntar por la localización de los servicios, modos de dirigirse a personas desconocidas para introducir algunos contenido socioculturales y más cosas que especificaré en otra entrada dedicada a ¡mi primera UD!
Cuando acababa cada clase me sentía muy orgullosa por saber el buen trabajo que había hecho y de sentir que las dos horas no se les habían hecho largas a los alumnos y salían sonrientes dándome las gracias. Por fin me siento un poquito menos aficionada.
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